Los chicos y chicas de 2º grado están trabajando con diferentes versiones del cuento Caperucita Roja. Aquí les compartimos otra historia, esta vez desde la mirada del LOBO.
¡Esperamos que las disfruten!
EL
CUENTO DEL LOBO
Un día soleado,
mientras estaba recogiendo las basuras dejadas por unos excursionistas, sentí
pasos. Me escondí detrás de un árbol y vi venir una niña vestida en forma muy
divertida: toda de rojo y su cabeza cubierta, como si no quisiera que la
vieran.
Andaba feliz y comenzó
a cortar las flores de nuestro bosque, sin pedir permiso a nadie, quizás ni se
le ocurrió que estas flores no le pertenecían. Naturalmente, me puse a
investigar. Le pregunté quién era, de dónde venía, a dónde iba, a lo que ella
me contestó, cantando y bailando, que iba a casa de su abuelita con una canasta
para el almuerzo. Me pareció una persona honesta, pero estaba en mi bosque,
cortando flores. De repente, sin ningún remordimiento, mató a un zancudo que
volaba libremente, pues también el bosque era para él. Así que decidí darle una
lección y enseñarle lo serio que es meterse en el bosque sin anunciarse antes y
comenzar a maltratar a sus habitantes.
La dejé seguir su
camino y corrí a la casa de la abuelita. Cuando llegué me abrió la puerta una
simpática viejecita, le expliqué la situación y ella estuvo de acuerdo con que
su nieta merecía una lección. La abuelita aceptó permanecer fuera de la vista
hasta que yo la llamara y se escondió debajo de la cama.
Cuando llegó la niña
la invité a entrar al dormitorio donde estaba yo acostado, vestido con la ropa
de la abuelita. La niña llegó, sonrojada, y me dijo algo desagradable acerca de
mis grandes orejas. He sido insultado antes, así que traté de ser amable y le
dije que mis grandes orejas eran para oírla mejor. Ahora bien, me agradaba la
niña y traté de prestarle atención, pero ella hizo otra observación insultante acerca
de mis ojos saltones. Ustedes comprenderán que empecé a sentirme enojado. La
niña tenía bonita apariencia, pero empezaba a serme antipática.
Sin embargo, pensé que
debía poner la otra mejilla y le dije que mis ojos me ayudaban a verla mejor.
Pero su siguiente insulto sí me encolerizó. Siempre he tenido problemas con mis
grandes y feos dientes y esa niña hizo un comentario realmente grosero. Sé que
debí haberme controlado, pero salté de la cama y le gruñí, enseñándole toda mi
dentadura y diciéndole que eran así de grandes para comerla mejor. Ahora,
piensen ustedes: ningún lobo puede comerse a una niña. Todo el mundo lo sabe.
Pero esa niña empezó a correr por toda la habitación gritando y yo corría
detrás de ella tratando de calmarla. Como tenía puesta la ropa de la abuelita y
me molestaba para correr, me la quité, pero fue mucho peor. La niña gritó aún
más. De repente, la puerta se abrió y apareció un leñador con un hacha enorme y
afilada. Yo lo miré y comprendí que corría peligro, así que salté por la ventana
y escapé.
Me gustaría decirles
que éste es el final de la historia, pero desgraciadamente no es así. La
abuelita jamás contó mi parte de la historia y no pasó mucho tiempo sin que se
corriera la voz que yo era un lobo malo y peligroso. Todo el mundo comenzó a
evitarme. No sé qué le pasaría a esa niña antipática y vestida en forma tan
rara, pero sí les puedo decir que yo nunca pude contar mi historia. Ahora
ustedes ya lo saben.
Tomado de materiales educativos del Instituto Interamericano de
Derechos Humanos
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